“Estábamos caminando con el gatico y mi novio se antojó de un cigarrillo; entramos al gato y seguimos dando una vuelta cuando vimos a estos sujetos que estaban tomando trago muy cerca de la piscina del conjunto. Yo escuché cuando uno de ellos dijo en voz alta, como para llamarnos la atención,: ‘Ahí van las dos locas maricas con las que tenemos el problema’”, recuerda el joven. “Yo fui y le dije: ‘Bueno papi, ¿cuál es el problema?, ¿cómo así?’, pero no se lo dije alterado o tratando de buscarle pelea, sino que sinceramente quería saber por qué nos gritaba eso. El tipo, mucho más joven que yo y más bajito, pero macizo, no lo pensó dos veces y de una me lanzó un puño a la cara. Yo lo esquivé y lo empujé y ahí empezó la gresca”, cuenta Beto, quien no entendía cuál era el problema con él, pues vivía allí apenas unos meses atrás.
“Ellos estaban tomados y por eso les dije que se calmaran, que si querían podían pasar al día siguiente a mi casa, ya sobrios, y hablar de lo sucedido. Nos dimos la vuelta y nos fuimos, pero nos seguían gritando ‘pobres maricas, pobres locas’, repetidamente. Apenas habíamos avanzado dos metros cuando uno de los tipos se lanzó contra nosotros por la espalda y nos golpeó, a lo que yo reaccioné y comenzó un forcejeo entre varios”, relata Tato.
“Otro de los sujetos saltó desde una grada cercana y le dio una patada a Beto, que le abrió la cara e inmediatamente lo dejó inconsciente. Lo que hice fue tirármeles encima a los sujetos y desesperadamente les gritaba: ‘Mire cómo me lo volvieron, malditos’, pero entre los tres me tiraron al piso y comenzaron a darme patadas en la mandíbula, en el rostro, en la espalda, en las piernas”, recuerda aún adolorido Luis Hernando.
“Dejé a Carlos solo en mi apartamento y junto a mi mamá y mi hermano fuimos al encuentro de los patrulleros. Juntos subimos hasta la vivienda de uno de los tipos que reside aquí, pero el sujeto salió como si nada, portándose superevasivo. Negó estar escondiendo a sus compañeros en el apartamento y, como no llevaban una orden de allanamiento, les dijo que se fueran, porque él es abogado. Finalmente no se pudo hacer nada en su contra, porque aparte de verificar sus antecedentes por la cédula, la Policía no podía actuar, porque nos explicaron que debían haberlos agarrado en flagrancia”, relata indignado Tato. Luego de la indignación por la golpiza, atender las heridas recibidas era la prioridad. “Beto solo gritaba ‘mi cara, mi cara’, así que la Policía nos trasladó de urgencia al hospital de La Samaritana, cerca de mi casa. Ahí nos valoraron y nos hicieron radiografías, para luego hospitalizarnos. A mi novio le tuvieron que hacer cirugía plástica ambulatoria para arreglarle el labio superior, porque estaba muy dañado, aparte de los golpes en la mandíbula”.
“Tato estaba mucho peor que yo: tenía la tensión superbaja, y le fracturaron la novena y décima costilla del costado derecho. Las rodillas y codos estaban lacerados y tenía muchos moretones en gran parte del cuerpo. La oreja izquierda y el mentón estaban ennegrecidos por los hematomas”, cuenta Beto.
Ambos jóvenes fueron entonces a Instituto de Medicina Legal, donde Beto recibió valoración y una incapacidad médica de 25 días. Por su parte, y teniendo en cuenta la gravedad de sus heridas, Tato fue incapacitado por 40 días, decisión tomada por el médico legista.
ESCRITO POR:
Fuente: Semana
Comments